Amor en tiempos de cuarentena

Cercanía con los seres queridos a pesar de la distancia

Quizás peque de imaginativa y hasta loca, pero debo admitir que más de una vez he tratado de ponerme en el lugar de los protagonistas de las películas. He sentido la ilusión y alegría en las películas románticas; la emoción y éxtasis en las de aventuras; la ansiedad y la angustia en las de drama…

En el caso particular de las películas basadas en la vida real, aquellas que implican escapes, desgracias y accidentes, siempre me he preguntado cómo afrontaron aquellas situaciones los implicados reales. Seguro tuvieron una buena dosis de convicción y coraje para continuar y no darse por vencidos a pesar de las dificultades. Algo que sin duda los convirtió en iconos de la historia, ejemplos de inspiración e incluso para que hicieran películas en su honor.

Nunca hubiera imaginado que tendríamos que vivir una situación muy similar a la de aquellos filmes. En diciembre del 2019 vimos con recelo a través de los medios los primeros contagios del coronavirus, seguimos las noticias de lo que iba pasando en Europa y nos horrorizamos al ver cómo las grandes potencias se tambaleaban con un desafío de tal magnitud. Lo cierto es que más allá del susto, no sospechamos que en unos cuantos meses después llegaría a los países latinoamericanos.

No es secreto decir que los sistemas de salud pública en la gran mayoría de países de Latinoamérica han presentado una infinidad de falencias y reclamos. Triste y crudamente la salud pública no ha sido prioridad, es así que la llegada del coronavirus ha tomado por desprevenidas a las autoridades y las sigue poniendo en apuros. Los gobiernos, con lo mucho o poco que disponen, dan batalla a una enfermedad que diariamente se propaga a cientos de personas, mientras silenciosamente se lleva la vida de otras.

Tiempo para reunirse

En este frustrado intento de detener los contagios, nos han dicho que es de vital importancia: QUEDARSE EN CASA. Quienes hemos hecho caso, estamos aprendiendo a lidiar con el tiempo extra, batallando contra los malos pensamientos, conociéndonos a nosotros mismos y conociendo a las personas con quienes compartimos el mismo techo. Juntos afrontamos la incertidumbre del qué pasará, mientras guardamos la esperanza que este mal sueño termine pronto.

En lo personal he tomado este “tiempo forzadamente libre” para realizar todas aquellas actividades pendientes que yo misma me dije alguna vez “para más tarde”.  Agradecí la existencia del Internet por sus infinitas bondades, principalmente para tomar tutoriales en línea, estar al tanto de las novedades y por sobre todo para ponerme en
contacto con mis seres queridos que al estar en cuarentena disponen también de tiempo.

Cierto día, con mis amigas de la época universitaria también conocidas como “las Tulpas” aprovechamos las ventajas de una aplicación normalmente usada para clases online, y conversar a los años. Nunca hubiera imaginado lo entretenida que resultó la experiencia. Concordamos la hora según el país en el que estábamos: tres en Ecuador, una Canadá, una en Estados Unidos y una en Chile. Llegada la hora, nos vimos a través de la pantalla y nos dejamos llevar sutilmente por la conversación, mientras cada una realizaba una actividad en particular como planchar, cuidar de los niños, dibujar y hasta cocinar. La charla amena duró casi 3 horas de corrido sin darnos cuenta. Sólo nos percatamos del tiempo cuando empezamos a tener hambre y sueño. Había sido mucho tiempo que no conversábamos y prometimos hacerlo más seguido.

Días más tarde, tuve una experiencia similar con mis amigos de Ecuador, la convocatoria resultó incluso mejor que las reuniones presenciales, esta vez todos puntuales y todos reunidos. Estuvimos conversando, bromeando y poniéndonos al tanto de las novedades por casi dos horas seguidas.

Qué decir de la reunión familiar. ¡Fue todo un éxito! Veinte y un integrantes reunidos en una misma pantalla, incluyendo el abuelito que tardó en comprender cómo acceder a la aplicación. Después de una breve asesoría de una de las nietas para que siguiera paso a paso !lo logró¡. Fue tal la emoción de volvernos  a ver que en un principio todos hablábamos, por lo que tuvimos que realizar turnos en los que cada familia contaba cómo estaba. Nos dimos la oportunidad para reír, reflexionar sobre la vida y también para orar.

Sin duda, gracias a la maravillosa tecnología esto ha sido lo más aproximado a una conversación cara a cara y me deja en claro que con esto no hay excusa para no mantenerse en contacto con nuestros seres queridos ya que el aprecio y la consideración siguen intactos independientemente de los medios.

Si algo bueno debo rescatar de esta experiencia es el mantener contacto con los amigos y la familia, las largas conversaciones, las bromas, las risas y la preocupación sincera de los unos por los otros. Hoy más que nunca surge la necesidad de sentirnos acompañados y por sobre todo de demostrar amor en tiempos de cuarentena.

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